Monjalés
Conocí a Monjalés hace ya más de treinta años y desde que lo vi por primera vez me sorprendió con su hospitalidad primero, luego con su amistad y siempre por la gran claridad con que veía y analizaba todos los temas que tocamos en las inolvidables reuniones que hacíamos en su casa casi todos los domingos. Yo estaba recién llegado de terminar mis estudios de cine en Londres, ávido de información sobre mi propio país, y su casa era un oasis de inteligencia en la que invariablemente uno encontraba periodistas, pintores, escultores, arquitectos, médicos y científicos, muchos de los cuales terminarían con el tiempo convirtiéndose en mis propios amigos. Sin duda, tanto aquellas reuniones como aquellos amigos ejercieron sobre mí una influencia importante que aún hoy día agradezco y valoro.
En aquellos años nos unían, y aún nos unen, no solo amigos comunes sino además sueños comunes. Grandes amigos y grandes sueños. Creo, que en aquella época, Monjalés solo llevaba en Colombia nueve años, pero esos nueve años ya comenzaban a parecerle una eternidad, porque, aunque estaba agradecido con este país que le había dado refugio, no dejaba de soñar con ese regreso con el que siempre soñamos los que por cualquier razón nos vemos obligados a vivir en un país diferente al nuestro. Era el año 1977; Franco había muerto un par de años atrás; en España las cosas comenzaban a cambiar y las posibilidades de regresar comenzaban ya a ser algo más que una ilusión. Poco a poco me fui enterando de que Monjalés, el amigo, era además José Soler, un reconocido pintor que había llegado a Colombia, al igual que gran parte de mi familia, huyendo de la dictadura franquista, y que había tenido que escapar de España, escondido dentro del baúl de un carro, para evitar la pena de prisión que le había impuesto un tribunal militar del dictador. También poco a poco fui conociendo su obra, el fruto de sus reflexiones, su amor al arte, a la cultura, al humanismo, a la justica.
He pasado gran parte de mi vida rodeado de artistas y admiro profundamente la capacidad que tienen de inventar belleza, de inventar conceptos, de inventar formas, aquellas formas de las que habla Alain Badiou cuando, tratando de definir el arte, dice que los artistas son los encargados de darle forma a lo que todavía no tiene forma. Nunca he sido ni pretendo ser un crítico de arte, solo soy un amante del arte, y del de Monjalés solo puedo decir que me gusta todo lo que conozco de su trabajo y que lo admiro sinceramente como pintor, escultor y ceramista. Desafortunadamente, a pesar de tantos años de amistad, conozco mucha menos obra de Monjalés de la que quisiera. Es por eso que me congratulo y agradezco al Centro Cultural Reyes Católicos por darnos la oportunidad, a través de esta muestra, de conocer más a fondo el trabajo de Monjalés. Ha sido un gran esfuerzo que bien valía la pena.
Y gracias a Monjalés, por su amistad y por su arte. Durante todos estos años lo he visto mantener vivos sus sueños y sus ilusiones, lo he visto vivir momentos de gran felicidad y momentos de gran tristeza, pero siempre con la dignidad y la fortaleza que lo caracterizan, y tengo la certeza de que ha sido la suma de todos esos momentos lo que ha hecho posible que Monjalés siga todavía hoy acompañándonos en este país que, de alguna forma, ya es también el suyo.
Sergio Cabrera
Cineasta y director de cine.