Monjalés
La Embajada de España y el Centro Cultural Reyes Católicos brindan con la presente exposición un merecido homenaje a uno de los artistas plásticos más singulares y completos de la segunda mitad del siglo XX en España. Se trata del genial José Soler, más conocido como MONJALÉS (Albaida, Valencia, 1932).
Esta interesante retrospectiva de su dilatada e incansable obra coincide con la conmemoración del 58° aniversario de “Arte normativo”, una importantísima muestra colectiva de arte de vanguardia celebrada en Valencia en 1960, de la que Monjalés formó parte, destacando ese año también su presencia en la XXX Bienal de Venecia, en la que Aguilera Cerni, reconocido crítico internacional, le consideró, con toda justicia, “uno de los valores jóvenes más prometedores”.
Hoy, aquel joven prometedor de los 60, es ya un valor consolidado en el arte universal, que desde su altiva madurez recuerda su aventurero caminar por el arte más sublime y solidario, por las libertades ganadas a pulso en el imposible paisaje de la posguerra española. Su exposición cierra el ciclo de las realizadas por el Reyes en el presente curso 2011-12, que viene precedida por las destacadas muestras dedicadas a Francisco Antonio Cano, como exponente del arte colombiano del siglo XIX, y a Pedro Nel, representante del pasado siglo.
Queremos recordar a Monjalés no sólo como uno de los mejores artistas españoles a partir de la década de los sesenta, sino también una pieza clave en la historia del arte valenciano desde entonces. Su encomiable dimensión de artista comprometido le llevó a luchar y a manifestarse por sus ideas democráticas en la estrecha España del franquismo, siendo acusado de haber tomado parte en la manifestación del 1 de mayo de 1967 en Valencia y de haber ofrecido resistencia a las fuerzas del orden, por lo que fue condenado a cárcel y tuvo que exiliarse, primero a Francia, el 15 de agosto de 1967, a donde viajó desde la Seu d’Urgell a Andorra, metido en el maletero del coche de Raimon Obiols; más tarde llegó a Bélgica y, finalmente, a Colombia en 1968, donde vive desde hace cuarenta y cuatro años. Y mira por dónde –paradojas de la vida–, a ese viejo luchador de arte y libertades, este año se le hace más democrático y constitucional, al coincidir con el Bicentenario de la Constitución de Cádiz de 1812, “La Pepa”, siendo tú Pepe. ¡Olé tu arte, Monjalés!
En este catálogo aparecen una serie de textos en torno a nuestro artista , llenos de cariño y admiración hacia la entrañable figura del maestro Monjalés; destacan, entre otros, las aportaciones de don Nicolás Martín Cinto, embajador de España en Colombia; de Consuelo Ciscar, directora del IVAM; de Miguel Ángel Villalobos, rector del Reyes Católicos; de Vicente Jarque, catedrático de estética de la Facultad de Bellas Artes de Cuenca; de Sergio Cabrera, cineasta y escritor; del pintor italiano Humberto Giangrandi; del poeta y académico de la lengua Gustavo Cobo Borda; del botánico José Luis Fernández; del escritor y filósofo chileno-español Domingo Araya y del historiador Agustín García.
Monjalés militó en el grupo Parpalló –que tomó su nombre de un célebre yacimiento prehistórico cercano a Gandía–, en la primera y más ambiciosa plataforma de arte contemporáneo que surgió en el siglo XX en España con Eusebio Sempere, Doro Balaguer, Labra Michavila, Manolo Gil y más tarde con Alfaro, Martínez Peris, Aguilera Cerni y Antonio Jiménez Pericás, estos últimos como críticos y teóricos. El grupo se creó en 1956 y se disolvió en 1961. Lo integraban jóvenes artistas deseosos de abrirse camino para poder incidir desde Valencia en el panorama artístico nacional e internacional. Aquel grupo con vocación de aperturismo artístico y tal vez democrático en un panorama desolador y gris (social y artísticamente), aprovechó el momento del inicio de un tímido proceso de apertura exigido por un nuevo maquillaje del régimen franquista para facilitar sus escarceos internacionales. Esto se notó en lo artístico, donde un periódico local como “Levante”, a la sazón órgano de la ultraconservadora “Falange Española tradicionalista y de las JONS”, órgano de prensa del movimiento, prestó atención al grupo Parpalló, diciendo “Hay una exposición de arte normativo. Esto es una novedad. No sabemos lo que es. Puede que nos encontremos ante el nacimiento de un nuevo “ismo” estético. Hay que prestar atención. Ya que no se sabe la transcendencia que han tenido los “ismos” en el arte moderno”. Cada integrante del grupo Parpalló tenía sus propias ideas, así como su propia forma de trabajar.
Monjalés ha recorrido varias etapas a lo largo de su dilatada carrera artística; además, el arte, como la vida, es cambiante por definición. Pintó paisajes, recién salido de la Academia de Bellas Artes de San Carlos de Valencia (1948-1953), muy lejos del sorollismo imperante en aquel entonces. En sus paisajes se encuentra todo, los campos de Albaida, barbecheras, caminos, viñedos, cerros, olivares, pinos, todo menos la realidad inmediata: todo es humano en ellos, en los que se da la simbiosis entre mundo y hombre, esa antigua ambición del Paraíso bíblico. En aquella ciudad, pasó por la fábrica de loza y colorantes de José Luis Lahuerta, de Manises, al terminar Bellas Artes. Esos conocimientos técnicos los va a desarrollar a partir, sobre todo, de 1971, en Colombia. He mencionado que recorrió varias etapas porque el artista puro no se puede repetir y copiar a sí mismo ni la pintura en Monjalés está influenciada por el exilio, aunque el exilio pervive como una sombra en su obra.
A partir de 1954, tal vez por influencia de la época azul de Picasso y por su visita en Madrid al Museo del Prado, a consecuencia de la fascinación producida por el tríptico del Bosco “El jardín de las delicias”, realiza la serie “Pacto de las premoniciones”. Esta es un conjunto de dieciocho obras con muchos estudios preliminares, donde utiliza como fuente de inspiración elementos iconográficos de “El jardín de las delicias”. En este secreto pacto artístico, se interesa también por el mundo circense y plasma un paisaje poético lleno de lirismo y de pureza primigenia que evoca mundos fantásticos, mundos de sueños, una estela onírica de vagas olas en el mar de los recuerdos más infantiles y proustianos. Pues el sueño, para Monjalés, es anticipación de la realidad, es más real que ésta, porque su fundamento es el devenir, el cambio de lo real, mediante un salto entre el pasado y el futuro sin pasar por el triste presente, es como injertar un poco de locura en el tronco gris de lo diario. Monjalés sabe que los naturalmente noctámbulos intuyen que las mejores cosas se te ocurren mientras el resto de los mortales duerme, durante la muerte pactada. Su mundo circense, sus personajes, sus actitudes, están aquí al servicio del sueño. Su obra alcanza la plenitud artística por la libertad de creación, libertad que le lleva, en febrero de 1958, a realizar un grupo de obras no figurativas sobre papel denominadas “Itinerarios”, basadas en diversos signos de orden alquímico, astronómico, botánico, matemático y meteorológico, que encaminan a la no figuración.
En 1958 viaja a París y Bruselas. En la capital belga permanece más de cuatro meses y realiza una exposición en la galería Mont des Arts. Durante su instancia en esta ciudad consolida su interés por la no figuración y pinta las primeras “albescencias”. Sus cuadros tienen poco color, o sólo blanco y negro. El informalismo supone una regeneración, una eclosión hacia lo auténtico, hacia el futuro. Hacia 1959, a los veintiséis años del manifiesto del arte abstracto, que se publicó en París en 1931, Monjalés profundiza en la línea de la abstracción caracterizada por el aporte a la Bienal de Alejandría y a diversas exposiciones del grupo Parpalló.
En 1960 su obra está marcada por el condicionamiento matérico, presente en su aportación a la XXX Bienal de Venecia, con una permanente evolución entre 1961 y 1962 años en los que realiza obras como “Epitafio para un poeta”, “El libro de la verdad”, “Rayar el alba”, “Línea de Venus”, etc. Hacia finales de 1962, le surge la idea de los “mapas”. Los mapas ibéricos representan la extendida piel de toro, una humanidad nacional y gesticulante pugna ante los Pirineos, mientras la densa textura informalista, como espina dorsal de la Península, es pegamento que los inmoviliza. El año 1963 representa para Monjalés la iniciación del periodo de expresión realista con la serie de “La derrota”, y realiza la obra sobre la defenestración de Julián Grimau, el político comunista español fusilado en Madrid ese mismo año por un caudillo asesino sediento de sangre, la maldita guerra había terminado en 1939 con el triunfo de los golpistas que seguían asesinando al pueblo catorce años después. Entre 1963 y 1964 realizó las series “Los hijos de España” y “La lucha” y, a principios de 1965, obras tan valientes como “La tortura” y los episodios de Sama de Langreo.
En 1965 se cierra la etapa de “expresión realista”, iniciándose la etapa de “oraciones comparativas”. Continúa en la figuración con un nuevo lenguaje. Combina imágenes sacadas del Barroco español, y también de Giotto, cumbre del Trecento italiano, sobre todo de “La Huida a Egipto”. Son obras donde ensambla su oficio de buen dibujante con las enseñanzas informalistas; los fundidos y las ensoñaciones son la epidermis de estas magníficas creaciones. Trabajando en este empeño, en el mismo verano de 1967, tiene que huir, perseguido por la feroz y asfixiante Dictadura franquista. Pasa un tiempo en París y después se traslada a Bruselas, donde realizó una exposición de sus obras. En marzo de 1968 viaja a Colombia y establece su residencia en Bogotá.
En 1969 monta un taller de cerámica al tiempo que realiza los primeros estudios de los “Sellos” en los que utilizó imágenes de “Veinticinco años de paz”, una serie filatélica conmemorativa de las “Efemérides”, que exaltaba el buen hacer del régimen franquista. Este tiempo colombiano es, para Monjalés, grande y extenso, más cercano del cielo en las alturas de Cundinamarca, y allí simultanea la docencia en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de los Andes (1968-73) , el taller de cerámica y el estudio de pintura.
En 1979 empieza la serie “Nuevas sombras”, donde transforma pinturas de los maestros del pasado en esculturas. Esta serie, que aún hoy continúa, la alterna con otra basada en las estampas del médico y botánico Celestino Mutis (1783-1816) que denominó “Adveraciones taléticas”, y con una última basada en la obra del arquitecto Antonio Gaudí. Trabaja sobre cerámica, modela figuras que toma de otros artistas, como Picasso, Toulouse-Lautrec , Goya, Monet y también las suyas propias de “Los hijos de España”, y las inserta como un elemento nuevo en el collage cerámico del universo que nos legó Gaudí en el parque Güell.
Decía Pérez Ayala: “Si el arte fuese tan solo copia del natural, la música no sería arte, la danza no sería arte, la pintura no sería arte, el arte literario más alto no sería arte…”. Y es que solo el testigo del tiempo da la razón a lo que hoy nos asombra o nos confunde, pero también hace justicia a todos los que luchan por alcanzar la meta de la hermosa locura de reflejar sus sensaciones. Esto es el artista Monjalés.
Esta notable exposición será contemplada por el público entre los días 11 y 22 de mayo de 2012, pero también será apreciada y estudiada por los estudiantes del Reyes y por el público de Bogotá, como en ocasiones anteriores. La muestra servirá al objetivo de la Embajada de España y del Centro Cultural, de dar a conocer, difundir y potenciar el arte y la cultura tanto de España como de Colombia. Acompaña a la exposición, como a todas las que se han realizado el curso 2011-12, este catálogo que tienen en las manos, elaborado cuidadosamente para ayudar en el recorrido de la muestra y para conservar la memoria de una actividad cultural que esperamos permanezca en el recuerdo de ustedes como homenaje también a un gran artista valenciano, español y colombiano por derecho propio, a quien tanto debemos.
Para terminar, quiero dar mi enhorabuena a Monjalés y expresar mi gratitud a la Embajada de España y a su Consejería Cultural, así como a las empresas españolas Colsanitas, Mapfre, Indra, Endesa y Ayesa, que hacen posible que el mecenazgo renacentista siga vivo en el centro cultural Reyes Católicos.
Daniel de Campos
Vicedirector