Monjalés, botánico y mutisiano
La figura de don José Celestino Mutis, la escuela de pintores de la Real Expedición Botánica y su incomparable colección de láminas de flora colombiana, plasmadas hace más de dos siglos en un ambiente monacal, en la aislada tierra firme de la Nueva Granada, no podían pasar desapercibidas para Monjalés. Una persona curtida en el lienzo y el pincel, con sensibilidad por la belleza natural de las plantas y trasladada a un escenario como Colombia, no tardaría en impregnarse de ese espíritu de botánico expedicionario y de cultivador de la estela de la Real Expedición. Por intermedio de un amigo común, Pedro Eguiluz, conocí a Monjalés en los años 90 en el Instituto de Ciencias Naturales de la Universidad Nacional de Colombia y supe inmediatamente que formaba parte de ese pequeño y raro círculo, de acérrimos e incondicionales seguidores de la magna obra de la Flora de la Real Expedición Botánica del Nuevo Reyno de Granada.
Las preguntas sobre los tomos publicados de la Flora, los que estaban ya en imprenta, o sobre la fecha de llegada a Colombia del último ya aparecido en Madrid, no venían precisamente de directores de importantes bibliotecas o de los botánicos de la región, casi siempre provenían de esta fiel cofradía de mutisianos en el mejor sentido de la palabra. Pero la cosa no llegaba solo ahí, en más de una ocasión fue Monjalés el que nos hizo caer en cuenta de algún pequeño error editorial que se nos escapó o de algún dato desactualizado, en especial en la parte pomposa de los prolegómenos, introducción y apéndices de cada tomo. Esto, lejos de incomodarnos, fue para nosotros un aliciente para el arduo trabajo por hacer en los 20 volúmenes pendientes de publicación.
En otra ocasión, cuando revisábamos uno de los tomos publicados, en una sobremesa en casa de Monjalés, quedé gratamente sorprendido al comprobar que era uno de los pocos que se había leído íntegramente los extractos publicados de los Diarios de la Expedición, donde se hacía referencia a pormenores tales como la localización de las plantas por parte de los herbolarios o a las incidencias en la elaboración de una determinada lámina o al cambio de pareceres entre Mutis y Eloy Valenzuela en relación con la descripción de una planta. También me consta que era particularmente preciso y detallista al hacer referencia a algunos aspectos incomparables de estas láminas, en lo que tiene que ver con el realismo de las texturas, volúmenes y la fidelidad de los tonos y colores.
Podemos considerar a Monjalés como un verdadero estudioso de los tomos de Mutis, pues, sin ser un botánico oficial, reconocía en el campo muchas de las plantas ya aparecidas en los tomos publicados, tarea nada fácil en una flora tan compleja y diversa como la colombiana.
Quiero concluir esta breve exaltación botánica haciendo referencia a la última empresa iconográfica en que se embarcó Monjalés en años recientes, la de sus Auras Mutisianas Andinas, una selección de estampas mutisianas que tratan sobre un ramillete de plantas de la Flora de Bogotá, donde al parecer está contemplando tanto la parte artística como la documental y etimológica.
Aunque no llegué a conocer en detalle esta última iniciativa, me queda el agradable recuerdo de dos caminatas compartidas con Monjalés y otros amigos por los cerros y páramos de la Sabana de Bogotá. El fino carácter observador que lo caracteriza nos hacía caer en cuenta de detalles inverosímiles sobre algunas formas vegetales, que para la mayoría pasaban inadvertidas o resultaban indiferentes. El aspecto, el parecido con, la caprichosa forma de báculo de un brote de helecho, el color vivísimo de los brotes nuevos de las ericáceas o el rocío acumulado en el cogollo lanudo de frailejón.
Me quedo por el momento con el recuerdo de esos gestos expresivos y expertos comentarios de Monjalés que espero que nos acompañen aún muchos años, hoy como ayer, ahora como siempre, a éste y al otro lado del charco.
José Luis Fernández Alonso
Investigador del Real Jardín Botánico.